Entorno

China, punto de inflexión

China acelera el desacople ante una ruta de la seda descafeinada y el avance de la guerra comercial

La nación del centro deja atrás sus años como motor de crecimiento de la economía global, pero se dibuja como una potencia mundial en un nuevo orden mundial multipolar mientras se afianza en las organizaciones internacionales.


M. Tamayo

14 oct 2022 - 04:52

 

Mientras la política de Covid Cero y la crisis inmobiliaria ponen en jaque el modelo agotado de la economía china, el Partido Comunista Chino celebra un nuevo congreso que ha de apuntalar otro mandato de Xi Jinping, una decisión histórica que le hará encadenar tres mandatos.


 

La nación del centro desafía el orden mundial. China se ha convertido en uno de los actores decisivos en el tablero internacional, sólo comparable a la primera potencia mundial, Estados Unidos. Sin embargo, el Covid-19 ha frenado la ofensiva del país, que deshace posiciones de la ruta de la seda mientras pugna por hacerse un hueco en el orden internacional en igualdad de condiciones. Con todo, la guerra comercial y el frenazo del crecimiento económico dibujan hacen inevitable que se consume la tan nombrada teoría del desacoplamiento.

 

 Desde que entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en diciembre de 2001, China acató las reglas del juego occidentales para crecer y ha sido una de las principales locomotoras del crecimiento mundial. Ahora, el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera la evolución de la economía china como uno de los lastres del crecimiento global y el país teje su propia red de alianzas.

 

El golpe de la política de Covid Cero y la crisis del sector inmobiliario chino han hecho saltar las alarmas de la economía internacional, “dado el tamaño de la economía china y su importancia en la cadena de suministro global, esto pesará mucho en el comercio y la actividad mundial”, apunta el FMI en su último informe.

 

Aunque la locomotora asiática baje la velocidad, seguirá manteniendo su título de fábrica del mundo. “El país ha creado dependencias al resto del mundo en muchos insumos industriales claves”, asegura Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico del banco de inversión francés Natixis. “Pero el mundo no puede seguir contando con China como motor del crecimiento”, aclara García-Herrero.

 

A pesar de que la potencia asiática haya perdido revoluciones, las preocupaciones al otro lado del Pacífico no se han disipado. “Estamos en los primeros años de una década decisiva” en la que “se fijaran los términos de nuestra competición con la República Popular China”, apuntaba el consejero de seguridad nacional estadounidense Jake Sullivan este octubre.

 

 

La Administración de Joe Biden señala a China como su único contrincante en su nueva estrategia de seguridad nacional, aunque aclara que no está buscando otra guerra fría “buscamos un competidor, no un conflicto”, matizan desde Washington.

 

Para saber lo que busca Pekín habrá que esperar al congreso, aunque ha ido dejando pistas. “Si China va a crear su propio orden independiente es una gran incógnita, puede que se despeje durante el congreso, pero está claro que está buscando afianzar su presencia en las organizaciones internacionales”, sostiene Enrique Fanjul, técnico comercial y economista del Estado y socio fundador de la consultoría de internacionalización Iberglobal.

 

Una de las principales estrategias que ha seguido China en el fuera de sus fronteras ha sido la llamada Ruta de la Seda, aunque los últimos años ha ido perdiendo fuelle. “Uno de los motivos es la desaceleración de su economía, pero también han crecido mucho las críticas en los países beneficiarios”, apunta el economista. “Ahora, China actúa con más prudencia a la hora de conceder los créditos”, añade Fanjul.

 

Ahora que el proyecto parece haber entrado en velocidad de crucero, desde Pekín proyectan una nueva plataforma para fijar alianzas internacionales, la Iniciativa de Desarrollo Global. El proyecto, lanzado en diciembre por el propio Xi Jinping, va más allá de los acuerdos de infraestructuras que caracterizaron la Ruta de la Seda.

 

 

Necesitamos fomentar asociaciones de desarrollo global más equitativas y equilibradas, promover una mayor sinergia entre los procesos de cooperación multilateral para el desarrollo y acelerar la implementación de la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible”, aseguró el presidente. Sin embargo, la buena sintonía puede romperse con el desarrollo de la guerra en Ucrania. “China ha apoyado a Rusia de manera implícita”, alerta Fanjul. El economista señala que el conflicto abierto entre Ucrania y Rusia puede acelerar una tendencia ya inevitable: una nueva economía de dos bloques.


“Es pronto para ver cómo evolucionará la relación de estos dos nuevos bloques, uno democrático y otro autoritario, pero ya estamos presenciando el tan nombrado desacople”, afirma Fanjul. El economista sostiene que el mundo se está adentrando en un desacoplamiento parcial, lo que provocará una reducción de su interacción y un ralentecimiento de la economía global. “Se continuará colaborando en algunos aspectos, pero otros claves como la seguridad y la tecnológica se tratarán con más recelo”, adelanta el economista.


El desacople ya se siente en las cifras. Europa está perdiendo peso en las inversiones chinas desde hace año, según el informe de Bbva Research China, Overseas Direct Investment Pivoting to Global South publicado en julio. El estudio apunta que las inversiones del gigante asiático están pivotando hacia los países del sur, una tendencia que también se está empujando desde Europa con la aprobación de mecanismos de supervisión de inversiones por parte de la Unión Europea (UE).


Además de en los gobiernos, el divorcio ha llegado a las empresas. La inversión extranjera directa proveniente de Europa hacia China se ha ralentizado, según un estudio realizado por el think tank Rhodium. “La inversión europea en China está mucho más concentrada, tanto en términos de los sectores que invierten como en los países en los que operan”, afirma el artículo, que también apunta que, además de ser menos, son todos viejos conocidos. “Prácticamente ninguna nueva empresa europea ha decidido entrar en el mercado chino en los últimos años”, asegura.