Opinión

Civilizar la salud

Francisco Javier Valbuena

17 feb 2022

Civilizar la salud

 

Entre mediados y finales de marzo de 2020 las redes sociales se inundaron con esta historia, incluso algún diputado la utilizó en la cámara baja española dándole un eco considerable: “Un estudiante preguntó a la antropóloga estadounidense Margaret Mead (1901-1978) cuál consideraba ella que fue el primer signo de civilización en la humanidad. El alumno y sus compañeros esperaban que Mead hablara del anzuelo, la olla de barro o la piedra de moler. Pero no. Ella dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y luego apareció sanado.

 

Mead explicó que en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres. Pues no puedes procurarte comida o agua ni huir del peligro, así que eres presa fácil de las bestias que rondan por ahí. Y ningún animal con una extremidad inferior rota sobrevive el tiempo suficiente para que el hueso se suelde por sí sólo. De modo que un fémur roto y que se curó evidencia que alguien se quedó con quien se lo rompió, y que lo vendó e inmovilizó la fractura. Es decir, que lo cuidó.

 

Este concepto de civilización en la que se refiere a la misma como una sociedad con una serie de valores morales como el respeto por los derechos humanos o la compasión hacia los enfermos o los mayores pudiera suponernos un problema dado que los valores morales indiscutiblemente son unilaterales y etnocéntricos. No obstante, asumiremos el riesgo de etnocentrismo y consideraremos la civilización como un bien general a preservar, cultivar y ampliar.

 

El cuidado es pues el primer signo de aparición de la civilización en un colectivo, que ya era humano, aunque quizás no civilizado. Un signo que ha ido evolucionando a lo largo de nuestra historia tendiendo progresivamente a la tecnificación y tecnologización, al punto de haber sido sustituido por el concepto de “atención sanitaria”. Fruto sin ninguna duda de, como señala Nietzsche, el endiosamiento de la salud. Necesitamos pues reconquistar nuestras instituciones sanitarias y civilizarlas. Dotar de sentido profundo a la prestación sanitaria a través de una gestión basada en valores y no sólo en valor (por muy percibido que este sea).

 

El pensamiento teórico de la Experiencia de Paciente se mueve constantemente en pos de las personas a las que pretende describir, actores todos ellos de la intervención sanitaria. En nuestro entorno cercano los casos de implementación práctica y efectiva de la experiencia de paciente (PX) son pocos y muy centrados en cuestiones “hoteleras”. Bajar al terreno la digitalización como herramienta sustantiva de mejora de la experiencia de paciente es una asignatura pendiente de los principales actores de nuestro entorno. En el mejor de los casos se ha contado con la participación de asociaciones de enfermos para el diseño de diferentes elementos que mejoren la PX.

 

Nuestra propuesta es sencilla y contundente a la vez, utilizando el símil de la doctora Mead, civilicemos la PX. Detengámonos a observar, a vendar, a proteger, a alimentar, a cuidar a la persona que se ha fracturado el fémur. Bajemos la digitalización y las múltiples herramientas que tenemos a nuestro alcance para mejorar la accesibilidad, la equidad, la calidad y la seguridad de las personas que circunstancialmente están enfermas.

 

 

En el hospital

Cada vez se escucha más en los entornos de management que no se puede ser buen profesional si no se es buena persona. Aplicando una economía de escala, no podemos tener un buen hospital lleno de profesionales magníficos, si no tenemos un equipo humano repleto de buenas personas. Nos lleva esto también a la reflexión lógica del papel de las áreas de responsabilidad social empresarial (RSE) y la agenda 2030; en la mejora de la calidad asistencial de nuestros centros sanitarios y de la PX de nuestros usuarios. Hay muy pocos casos en los que la planificación estratégica de una organización sanitaria, sea esta pública o privada, se plantea la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible como una pieza clave para alcanzar sus objetivos como institución. Sin caer en el buenismo ñoño que sólo nos conduciría a lavados de cara que jamás implicarían una mejora real en la actividad de las instituciones.

 

Los hospitales necesitan redimensionar su actividad y su organización en clave del usuario, de las personas que entran cada día por nuestras puertas y que ponen en nuestras manos su bien más preciado, su salud. Una responsabilidad que hasta ahora siempre se ha vivido desde un plano puramente técnico que ha llevado a la confrontación real entre profesional sanitario y paciente, dado que este último y su seres queridos no son más que obstáculos a salvar en la particular lucha del sanitario con la patología.

 

Este es el paradigma a modificar, de ahí que sea trascendente hasta niveles máximos la gestión del talento que se realiza desde las instituciones sanitarias, me atrevo a señalar que las universidades tienen un papel supremo en la vanguardia de este planteamiento. La inteligencia artificial entre otros muchos adelantos tecnológicos han venido a colaborar de forma muy activa en la capacidad diagnóstica de nuestros facultativos y en las posibilidades terapéuticas de nuestro sistema sanitario, no desperdiciemos pues la oportunidad de volver a mirar a los ojos a las personas y reconozcámonos como lo que somos, personas cuidando a personas.

Francisco Javier Valbuena

Francisco Javier Valbuena

Francisco Javier Valbuena Ruiz es gestor sanitario con más de quince años de experiencia, miembro de Sedisa, presidente de la Fundación Pondera (área de cooperación internacional de Sedisa) y vicepresidente de la Fundación para el Desarrollo de la Oncología. Exalumno de la Escuela Nacional de Sanidad en su máster en Gestión Sanitaria y MBA por la Universidad de Barcelona y la EAE.